

“Usted (por Alberto Fernández) me dijo el martes 14 que desde el sábado 11 sabía que ella (María de los Ángeles Duarte) había salido de su embajada hacia Venezuela, mientras sus autoridades dieron otras versiones. Cuánto habría agradecido que usted me llamase tan pronto sucedió el incidente de la salida de su ‘huésped’. No lo hizo y usted sabrá las razones”, fue el comienzo de la carta enviada por Correa a Alberto Fernández.
Con el correr de la misiva, el mandatario ecuatoriano afirmó que Fernández “no debió autorizar la concesión de asilo político a una persona sentenciada por la justicia ecuatoriana”, ya que está “expresamente prohibido por el artículo III de la Convención de Caracas, aún cuando haya querido dar ‘un carácter humanitario’". Y agregó: “Colaborar en el escape de una persona prófuga de la Justicia, abona a la impunidad, un mal que afecta a la región y que merece principal atención y respuesta de nuestros gobiernos. Combatir la corrupción nunca será ‘persecución política’”.
Una vez recibido el escrito, el presidente de la Nación decidió responderle y afirmó que Duarte “se encontraba refugiada” en la embajada porque “gozaba de plena libertad” y subrayó que “Argentina no tenía ni el deber de custodia sobre ella ni ninguna capacidad de acotar sus movimientos”.
Asimismo, Alberto Fernández expresó que la “reacción desmesurada” de Lasso “de expulsar al embajador argentino, es lo que verdaderamente lastima el buen vínculo” que hay entre argentinos y ecuatorianos. Y cerró: “La gravedad y la injusticia de esa decisión demuestra que es su exceso lo que verdaderamente lastima la relación de nuestros pueblos”.