ACTUALIDAD | 27 DIC 2021

EDITORIAL

Pagamos impuestos como si fuésemos del primer mundo y nos devuelven una calidad de vida de cuarto mundo

Sin efectuar análisis técnico jurídico respecto de la legitimidad o no del impuesto a la herencia, referido a bienes inmuebles, lo cual es tarea de juristas especializados en esos temas y que esta idea del gobierno es más que el impuesto número 168 de la abrumadora serie de tributos que nos coloca en los primeros puestos mundiales de exacción por parte de un Estado voraz e inepto que transfiere a sus arcas lo que producen con su trabajo quienes elaboran bienes o prestan servicios, cabe reflexionar que en verdad se trata de otro golpe sobre las inversiones inmobiliarias y el derecho de propiedad.




Quienes trabajaron con esfuerzo y tenacidad, y destinaron ahorros de esa labor a adquirir inmuebles, confiados en la solidez de esa inversión frente a la volatilidad de las colocaciones financieras, para al final de sus días destinar ese patrimonio a sus descendientes, recibieron estas noticias del posible gravamen a la herencia como un incentivo para desistir de invertir en propiedades por lo menos en Argentina, y colocar sus ahorros en el exterior entre otras posibilidades.

Cuando una persona compra o construye un inmueble como un bien tangible y seguro para resguardar su patrimonio, en el precio que paga ya están incluidos porcentajes considerables de impuestos. Si después decide alquilarlo, más impuestos y además anualmente el patrimonio neto según su valor. O sea que al momento de destinar esa propiedad a la herencia para su familia ya pagó con creces y repetidamente numerosos tributos. ¿Es razonable que la transmisión a sus herederos tengan que seguir pagando?

Con estas medidas se desalientan las inversiones y cada vez el mercado inmobiliario, al  cual se lo persigue con mamarrachos  como la ley de alquileres, la intervención ilegal del Estado en nuestros honorarios; la carencia de créditos se irá reduciendo lo que muestra la enorme recesión en la compra venta y el castigo a los inversores de clase media, convertidos en los malos de la película.

Por Santiago Debe (Titular de Debe Propiedades en Mendoza)